Katanzama, la comunidad arhuaca que volvió a conectarse con el mar en Santa Marta
El asentamiento está ubicado sobre la Troncal del Caribe entre el sector de Don Diego y Palomino, justo en la vereda de ‘Perico Aguao’. El resguardo lo conforman cerca de 70 familias.
Tuvieron que pasar 14 años para que la comunidad de Katanzama, asentamiento indígena arhuaco en Santa Marta, volviera a conectarse con su mar. Un sueño de muchos años de reencontrarse donde todo comenzó.
Recientemente, el Gobierno nacional, a través de la Agencia Nacional de Tierras y en articulación con la Sociedad de Activos Especiales, le entregó a esta población un predio de al menos 227 hectáreas, llamado Los Acantilados, considerado territorio sagrado y de conexión con la madre tierra.
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Para llegar a esta zona y poder adentrarse a la historia, la relación de la comunidad indígena con la naturaleza, conocer sus costumbres y tradiciones es necesario tener el permiso de los mamos, máximos líderes espirituales y políticos de este resguardo indígena de la Sierra Nevada.

El resguardo está ubicado sobre la Troncal del Caribe entre el sector de Don Diego y Palomino, justo en la vereda de ‘Perico Aguao’.
Es necesario contar con un contacto dentro del resguardo o través de los operadores turísticos autorizados que realizan visitas a Katanzama como parte de la alianza que tienen con la comunidad arhuaca.
En la entrada del predio hay un ‘stand’ en donde se exhiben mochilas y otras artesanías hechas por esta población para su comercialización y como una de las formas de subsistencia que tienen. Además de la siembra de cultivos, las visitas turísticas y otras actividades económicas.
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Los recorridos son guiados por integrantes del pueblo arhuaco, quienes durante el trayecto al resguardo entregan detalles de su papel en la tierra, aspectos del predio, así como también las acciones que vienen adelantando para restaurar el ecosistema. De igual manera, datos clave de su cultura, tradiciones espirituales y pagamentos.

El trayecto caminando toma en promedio 40 minutos a una hora desde la carretera principal. Podrá apreciar diversas especies de árboles, además de fauna que ha regresado luego de un trabajo de restauración y conservación de los arhuacos en este sector de Los Acantilados. Un ejemplo es el jaguar, que ya se ve nuevamente en estas parcelas.
“Un sueño cumplido”
Para Reinel De Jesús Villafañe, uno de los líderes de este resguardo conformado por cerca de 70 familias, es un “sueño cumplido” tener nuevamente ese acceso al mar y a la tierra en la que están luego de 14 años de gestiones de los mamos y otros líderes arhuacos.
“Esta era una tierra que estaba en extinción de dominio y el sueño era que si pasaba a manos del Gobierno fuera devuelta nuevamente a la comunidad. Llevamos aquí 14 años. Es muy importante para el tema espiritual, para el uso de la madera y para la restauración. Hace tres meses se nos dio acceso al mar y era un sueño”, dijo.
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Contó que estos eran unos predios inicialmente usados para la ganadería y que estuvo en posesión de muchas personas antes de llegar a manos de los arhuacos. Se presume que el último dueño era el narcotraficante Juan Carlos Ramírez Abadía, alias ‘Chupeta’. Es allí, según el líder indígena, cuando el terreno entró en extinción de dominio.
Destacó la importancia que tiene el mar para este pueblo indígena de cuatro que radican en la Sierra Nevada: Arhuaco, Koguis, Wiwa, Kankuamos.
“El mar es el comienzo de toda la creación del mundo. Primero todo era agua, luego las rocas, después la tierra, los árboles, los seres vivos y el humano. Entonces para nosotros siempre es importante el mar”, explicó.

Expuso también que por el momento está prohibido meterse al mar, debido a la alta intervención que ha sufrido este cuerpo de agua.
“Lo que pasa es que el mar ha sido muy intervenido y uno puede traer cosas negativas al bañarse, primeramente, hay que trabajar la parte espiritual. Ya llevamos 14 años haciéndole trabajo espiritual. El mamo no ha dicho que nos bañemos en el mar, acá está prohibido bañarse en el mar”, anotó.
Es parecido a lo ocurre antes de entrar a esta comunidad. Se les pide a los visitantes dejar por fuera las energías y pensamientos negativos que pudieran tener en su vida en la cotidianidad. Esto, para no contaminar el espacio y que ninguna ‘cosa’ negativa entre o salga del lugar.
Lo mismo se hace al salir de Katanzama. Se usa un acceso hecho en piedra a un costado de la entrada, como símbolo de limpieza y espiritualidad.
Para el mamo Emilio, máximo líder de esta comunidad de arhuacos, Katanzama y el acceso al mar les permite fortalecer esa conexión con la naturaleza, sus ancestros y es la raíz de todo el conocimiento en la tierra.

El mar significa para ellos el amanecer, en donde está el conocimiento y en donde pueden encontrar los materiales de pagamento para la Sierra Nevada.
“Es ahí donde hay esa libertad de hacer el ejercicio que nos enseñaron nuestros dioses, ahí es donde tenemos que seguir”, apuntó.
“La voz de la naturaleza en la tierra”
Reinel Villafañe destacó la importancia del cuidado del planeta, cuidar de sus recursos y vivir en armonía con la naturaleza, replicando el mensaje a las futuras generaciones sobre la responsabilidad de proteger “lo que nos da vida”.
“Ojalá que todos los que vengan a la Sierra tengan ese mensaje. No solamente se tiene que salvar el alma, sino también cuidar de todo lo que hay. Nosotros vinimos al mundo a mirar lo bonito que hizo nuestro creador y debemos cuidarlo”, dijo.
Y agregó: “El planeta tierra nunca debe ser movilizado, todo debe estar conectado. Tenemos que pensar en lo que les queda a nuestros nietos y pensar qué sería cuando seamos ancestros. Hay que pensar para el futuro y portarnos muy bien con y en esta tierra”.